HOLA, HELLO, HI
Mi pasión por la fotografía empezó de bien pequeña. Me encantaba ver aquellos álbumes de fotos familiares grandes, llenos de recuerdos con aquellas hojas con pegamento que ya no pegaba nada y había que pasar las páginas con sumo cuidado para que no se descolocaran.
Siempre le pedía a mi madre hacer fotos con la cámara familiar.
Recuerdo el día que me la dejó por primera vez. Debía tener unos 7 años y, está feo que yo lo diga, pero la foto quedó muy bien para ser la primera vez que hacía una, bien encuadrada y mi familia salió muy natural. Y de ahí a fotógrafa de familias y recuerdos… Pues no, pasaron muchas más cosas antes.
Cuando mi madre nos hacía fotos, yo siempre salía corriendo a mi habitación y cogía algo que quería que saliera conmigo en la foto, para tener un recuerdo siempre de ello. Y eso me influenció mucho en mi fotografía, porque no hago fotos a cosas, hago fotos a recuerdos.


Con 11 años y los ahorros de muchos meses, me compré mi primera cámara de fotos, de carrete y sencillísima, era casi como una desechable a la que se le cambiaba el carrete.
Después, hice el bachillerato de artes y disfruté como nunca, no solo por todo lo que aprendí sino por las amistades que hice. Aquí ya me hice con mi primera compacta digital y
me voló la cabeza el poder hacer cientos de fotos sin gastar carrete.
La llevaba a todas partes, en todo momento la tenía encima o cerca. Siempre haciendo fotos a todos, siempre guardando recuerdos.
Después, llegué a una FP de Imagen y confirmé que la fotografía era lo mío, me sentía tan cómoda con una cámara en la mano (ahora ya reflex).
Capturando miradas, gestos y momentos.
Y aunque sentía que era lo mío, yo quería de la vida otras cosas: libertad, independencia económica y vivir a mi aire. Me dejé llevar por un camino distinto y más sencillo: el del diseño gráfico. Nunca dejé de hacer fotos y aprendí mucho de este otro camino. Además de las muchas personitas que me dio, qué grandes maestros de vida tuve aquellos años.


En el 2019 fui madre por primera vez y mi fotografía se volvió mucho más documental. Me hizo experimentar con la cámara y aprendí que:
Las fotos imperfectas en realidad pueden ser perfectas.
Y pocas cosas valen más que esa foto de mi peque despeinada y con la camiseta sucia mientras salta en un charco con una sonrisa de oreja a oreja.
Luego, llegó la pandemia mundial y encerrada en casa, en esa habitación-despacho-trastero me pasaba las mañanas trabajando en algo que no me apasionaba, con menos ganas cada día, siendo la persona más feliz el viernes por la tarde y la más infeliz el domingo.
También, me hizo ser consciente de que la historia se va escribiendo en el día a día y no solo en los momentos importantes. Yo quería tener un recuerdo de todo, de los aplausos desde la terraza, de la caja de cartón gigante que le dio horas de juego a mi hija y de todo el pan que hicimos.
Era el momento.
Cogí una excedencia y empecé con este proyecto. Hice muchos cursos, me apunté a una mentoría dónde conocí a un grupo de mujeres maravillosas con las que compartía todos esos miedos y esas dudas que se tienen cuando lanzas el proyecto que llevas años maquinando. Y es que la pandemia nos revolvió algo por dentro y a muchos nos ha hecho despertar.
Y yo ahora, bien despierta y feliz, cojo la cámara y fotografío a familias bonitas y creo recuerdos de maravillosos momentos.

Por eso quiero guardar un pedacito de tu historia con mis fotos, ¿y tú quieres?